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Entre clases de dibujo excombatientes de las FARC se preparan para el futuro

  • Por Redacción LadoB
  • 4 abr 2017
  • 3 Min. de lectura

Con la esperanza puesta en el futuro y convencidos que el camino es la paz, muchos insurgentes dedican sus días a actividades que jamás habían hecho.

Es un día festivo, sin embargo, uno de los guerrilleros dice que en la Zona Veredal “Marquetalia” cada día se parece al anterior.

Por estos días la rutina de los más de 150 insurgentes de las FARC-EP que se encuentran en proceso de dejación de armas empieza cada mañana a las 4:30 cuando el sonido chillón de un silbato interrumpe el sueño para anunciar que es la hora de levantarse y dejar la caleta, ese lugar construido con palos, plástico y carpa de campaña que sirve para pasar la noche a falta de las habitaciones que el Gobierno se había comprometido a tener listas a finales de diciembre de 2016 para que los guerrilleros vivieran en ellas durante seis meses. Las construcciones avanzan de a poco a ritmo de tortuga en la Zona Veredal, su adecuación aún sigue siendo una promesa.

La monotonía se interrumpe cuando llega una actividad especial para hacer. Hay días en los que llega un instructor de deporte, otros, un profesor de inglés y en los últimos un profesor de dibujo que dice que entre los 15 discípulos que se apuntaron a aprender sobre dibujo y pintura hay algunos a quienes se les facilita más la labor que a otros.

Si alguien sabe de dificultades son estos hombres y mujeres sobrevivientes del conflicto armado. Por eso la falta de talento la compensan con las ganas de conocer y explorar aquellas cosas que la pobreza les impidió aprender.

Huyendo del sol que va rayando el medio día, cuatro guerrilleros se dedican a dibujar apoyados sobre unas pequeñas mesas cuadradas. Su profesor les ha enseñado una técnica que consiste en hacer, sobre la hoja blanca tamaño carta, unas líneas horizontales y verticales con las que forman una cuadrícula que en la parte superior marcan a, b, c y d, mientras que en el lado izquierdo en vertical con 1, 2, 3 y 4. Una cuadrícula con las mismas medidas cruza de norte a sur y de oriente a occidente una fotografía en un plano medio de Alfonso Cano. Esa técnica les permitirá dibujar con mayor facilidad sobre el papel cada parte de la imagen del comandante.

No es fácil. La tarea requiere de paciencia, concentración. Borrar una y otra vez y volver a intentar dar con el lápiz un trazo más preciso, más allá de esa simple acción pareciera que en este arte hay una analogía con la vida y con el país que hoy más que nunca intenta deshacer los pasos que condujo al conflicto armado.

Durante toda la mañana y parte de la tarde, con dedicación una guerrillera hace los trazos con lápiz dándole de a poco forma al rostro de Alfonso Cano. Dibuja las gafas características de Cano, los ojos, la barba, el torso.

“Aprendiendo para enseñarle a ellos”, cuenta esta madre guerrillera mientras mira de reojo a sus tres hijos que revolotean cerca de ella. Dos de sus hijos fueron creados bajo el arropo de la montaña mientras en La Habana FARC y Gobierno intentaban hacer llegar a buen puerto el proceso de Paz. “Nené juegue en el pavimento”, le dice al mayor de sus hijos que tiene cinco años que cuando no juega dedica una o dos horas cada día para aprender a leer y escribir guiado por una cartilla de Nacho. Al lado de la mujer está su compañero y papá de los tres pequeños quien también intenta dibujar.

Ellos son una pareja que ha compartido la dureza de la guerra y hoy comparten las posibilidades que les trae la Paz, entre ellas la de conformar una familia.

Cerca de ellos el profesor, con acento valluno, le explica a otros guerrilleros cómo se deben combinar los colores. “Si lo queremos aclarar echamos tonalidades más claras. Si lo queremos más oscuro, aplicamos un poquito de negro”, les dice mientras va mezclando los colores para darle el tono de piel al comandante Alfonso a quien sobre una pared han dibujado su rostro en un tamaño de al menos dos metros por dos como homenaje al hombre que inició el proceso que culminó su primera etapa con la firma de unos Acuerdos de Paz para construir una Paz estable y duradera.

Por un momento el papá de los tres pequeños detiene el lápiz de carboncillo que utiliza para dar forma a la barba de Alfonso Cano y cuenta que una vez termine el proceso de dejación de armas seguirá en el movimiento político porque “el compromiso es seguir en la lucha por la vía menos dolorosa como siempre hemos querido”, un compromiso que asumió hace más de ocho años cuando ingresó a la guerrilla.

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