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La Abuela que encontró a su nieta en las filas de las FARC

  • Por Redacción LadoB
  • 1 mar 2017
  • 3 Min. de lectura

Después de siete años una abuela se reencuentra con su nieta vestida de camuflado y con el fusil al hombro alistándose para marchar en los últimos días de lo que serán las FARC en armas antes de convertirse en movimiento político. Entre fusiles y uniformes camuflados, doña Alba encontró a su nieta. Una llamada le dio la buena noticia de que su niña pasaría junto a más de 100 integrantes del Frente 21 “Cacica La Gaitana” de las FARC-EP que se dirigían a la vereda El Oso en Planadas, Tolima, con rumbo a la Zona Veredal Transitoria de Normalización. “Ni sabía que estaba allá”, cuenta doña Alba quien hace dos meses se enteró que Esmeralda no vivía en Bogotá como le habían dicho sino que se encontraba entre los más de 6.500 guerrilleros y guerrilleras que pronto se reincorporarían a la vida civil. Habían pasado siete años en los que los abrazos se fueron acumulando y doña Alba no iba a perder la oportunidad de volver a sentir los brazos de su nieta rodeándole la espalda. Ante sus ojos volvía Esmeralda, la que un día se fue siendo niña y ahora regresaba como una mujer labrada entre combates, montañas, las ideas de Bolívar y sueños socialistas. El terreno escarpado de Planadas nuevamente le daba la bienvenida a Esmeralda, hija de las montañas del sur del Tolima, tierra que comparte como cuna la joven guerrillera y las FARC, ese grupo al que desde pequeña se acostumbró a ver y que tuvo en sus filas a algunos familiares quienes para ella eran su ejemplo a seguir. Ahora esa tierra en la que ambos nacieron se apresta para ser el lugar donde le digan adiós a las armas y se abran paso en la oportunidad de seguirle apostando a construir un mejor país, esta vez solo con el poder de la palabra. Doña Alba miró a su nieta y sin pronunciar ninguna palabra la abrazó y se puso a llorar. La felicidad no le cabía en el pecho. Se habían ido 2.557 días para volver al reencuentro. El proceso de Paz le traía de regreso a esa “nieta tan hermosa”, como le dice ella, a quien le aconsejó siguiera para adelante, esa difícil tarea en un país en el que el 42% de los jóvenes como Esmeralda no pueden acceder a empleo. En su casa, doña Alba volverá a esperar el momento en el que suene su celular y que del otro lado se escuche la voz de Esmeralda anunciándole un nuevo encuentro, esta vez sin afanes donde seguro ella le contará a su abuela sobre los días de la guerra, esos días que asegura Esmeralda son “algo que uno nunca olvida y que queda en la historia para uno recordar toda la vida, como para uno hacer un libro”. La abuela se despide de su nieta con un beso en la mejilla y le hace una cruz en el nombre del padre y del hijo y del espíritu santo, mientras sobre la estrecha carretera que conduce a Gaitania una caravana de autos repletos de jóvenes guerrilleros aguardan para encender motores y emprender rumbo, no solo hacia la Zona Veredal donde estarán los últimos días con el fusil al hombro, sino que marcharán por un camino que hoy tiene más preguntas que respuestas. Después de 52 años de guerra para Esmeralda “es el momento de silenciar los fusiles y pasar a ser movimiento político, a hacer la política más abierta, sin temor a nada sino de expresarle al pueblo porqué nosotros tenemos esta lucha que es algo muy fundamental”.


 
 
 

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